lunes, 11 de septiembre de 2017

La sonda espacial Cassini en mi vida

Por Claudia C. Pérez Ferrer
Directora de Achernar - Difusión de la Astronomía

Este viernes 15 de septiembre, finalizará la misión de la sonda espacial Cassini-Huygens, (NASA-JPL/ESA) en ese “Grand Finale” que implica terminar sus 13 años de orbitar a Saturno estudiándolo, sumergida en su atmósfera hasta destruirse, pero este final, aunque suene extraño, me retrotrae a mi historia personal, ya que en cierto modo, forma parte de mi vida.
Saturno, por la Sonda Cassini

Desde allá lejos, por octubre de 1997, cuando la alegría por su lanzamiento y la sensación de que sería “una eternidad” esos 7 años hasta que llegase a Saturno.

La emoción al pasar el tiempo y aproximarse a destino. Para ese entonces, hacía años ya, que estaba enseñando y difundiendo astronomía desde el Museo de Ciencias Naturales, “el Scaglia”, para los marplatenses.

En un ambiente astronómico, entre pósteres, fotos y planetas, pendía de un fino hilo negro, una “Cassini” que hice con paciencia e ingenio, más cartón, papel aluminio y alambres, entre otras cosas, mientras miraba atentamente fotos e ilustraciones intentando que a primera vista, quedase los más parecida posible a la original, algo muy difícil de lograr…

Desde allí, el público en general y sobre todo escolar, la miraba con atención mientras les decía sintéticamente, que me escuchasen y observaran bien, porque “en breve van estar hablando en los medios de ella porque llegará a Saturno…” Y ellos recordarían a esa sonda.


Maquetas en el Museo de 
Ciencias Naturales de Mar del Plata

Muchas veces, risas y miradas cómplices que en un principio yo no llega a comprender, hasta que directamente les pregunté a qué se debían: es que por aquel entonces había un Cassini jugando en Boca Junior.
A partir de ese momento, me adelantaba al hablar de la sonda y les decía
-…Sí. Como el jugador de Boca…
Risas por todos lados.
Lo que me acercaba más a ellos, aunque debo confesar que nunca me tomé la molestia de buscar su cara, para conocer al sosias de Cassini, ese que en lugar de orbitar una esfera, la hacía rodar con los pies.

También les hablaba de “ese platito” dorado adherido a un lado, llamada Huygens, que era la “prueba suicida” que se sumergiría en la misteriosa y sugestiva Titán, luna más grande del gigante gaseoso.

En el 2004, separé cuidadosamente a la “Huygens” de la sonda y la colgué de otro delicado hilo negro a unos centímetros de ella.

Como me preocupaba por mantener exhibidas las novedades y noticias astronómicas en el Museo, emocionada imprimía esas primeras imágenes que llegaban, junto a un breve texto.
Desde aquel hermoso Saturno a la distancia, luego de “despertar del largo sueño del viaje” (reencendido de cámara y calibración de instrumentos) a los primeros acercamientos a los anillos.

Ni qué hablar del descenso de la Huygens en Titán, tratando que el público en general entendiese la importancia de ello. Que a través de mi emoción percibieran lo grandioso de ello, desde todo punto de vista: ingeniería, mecánica, astronomía, humano.

Esto ocurrió a mediados de enero de 2005, es decir, plena temporada de verano, por lo que las funciones de planetario eran para público en general, cubriendo todas las edades e intereses.

El tiempo fue pasando, siempre atenta a las noticias, novedades y descubrimientos, que de un modo u otro, compartí con la gente, ya sea a través de fotos, artículos o actividades.

Así fue como para la observación pública en cada oposición de Saturno, llevábamos las últimas novedades junto a sus fotos, remarcando además, que al mirar a Saturno a través del telescopio pensasen que allí, “dando vueltas a su alrededor”, estaba la sonda espacial Cassini, “grande como tres heladeras apiladas, con una antena para recibir y enviar información de cuatro metros de diámetro, siendo la última de las grandes sondas espaciales que se construyeron…”, ya que la NASA había cambiado el concepto de exploración espacial hacia el “rápido, bueno y barato”.

Mi modesta Cassini, nos acompañó, esa realmente helada noche marplatense de julio de 2013, cuando participando de la Feria de las Colectividades, con una semana de anticipación invitamos a todos a ver a Saturno por telescopio, pero viniendo “bien vestidos y peinados” ya que nos sacarían una foto desde aquel lejano planeta.

Varias personas se acercaron ese 19 de julio, vieron las fotos, pósteres y sonda, pero pocos soportaron los 2Cº que ya hacían a las 20hs locales, como para verlo por el telescopio.

Recuerdos, anécdotas…

Indudablemente, la sonda espacial Cassini forma parte de un largo tramo de mi vida, por ello ahora, ante el inminente “Grand Finale” se agitan los recuerdos y comienzo a añorarla aunque perdurará su inmenso legado, en el que además de todos los fríos datos técnicos, están las bellas y sorprendentes imágenes del propio Saturno y sus anillos, variadas -y particulares- lunas que van desde la gran Titán con sus rocas de hidrógeno congelado, a una inesperada Encelado luciendo extensos géisers , pasando por la filigrana en hielo de Hiperión a la caprichosa forma de “galleta de la suerte” de Pan, entre otras muchas cosas.

Me voy despidiendo de Cassini y viene a mi mente esa foto en azules, de parte de un Saturno a contraluz, con apenas un diminuto punto algo brillante a su lado, que no es otra cosa que la Tierra.
Sí. La foto que tomó la sonda Cassini aquella gélida noche de julio del 2013, cuando a la hora indicada, casi sola junto a mi helado telescopio, envuelta en una bufanda y con las manos metidas profundo en los bolsillos, miré sonriente hacia esa “estrellita” y mi mente a la velocidad de la luz, viajó hacia allí, casi sintiendo que ayudaba a las cámaras de la Cassini a enfocar la Tierra.
Fue un mágico ida y vuelta, pero ahora hay que despedirse.

Allí estaré, este viernes 15 diciéndole: ¡Chau Cassini!